El reloj, siempre mas apurado que yo. La madrugada tan devastadora como nunca y a cuestas de ella el frío que busca renacer pedacitos de amargura. Odios de a momentos. Algo de satisfacción. Algo más que espero. Rojos. Los ojos rojos. Se escaparon del sueño y sobreviven como pueden entre el viento. El ruido de las monedas, de las llaves, de la calle. La de todos los días. Siempre diferentes las caras desfiguradas por la preocupacion o el poco entusiasmo. Lo llaman rutina. Lo llamo ruta, hacia donde vamos todos creyendo que va a cambiar algún día. El reloj ya no se apura tanto. Las voces, los chistes, los reproches, los problemas pasan a mi alrededor como si no me tocaran y en algún punto tengo que cargar con ellos. Hay un momento para mí. Un cigarrillo que se achica en medio del día. Un momento para pensar en qué voy a pensar cuando tengo que estar pensando en otra cosa. Las horas. El puto reloj. Las canciones se repiten en la radio y hablan de lo mismo. No me identifican pero me hacen acordar a algo. A las ansias de salir y que haya alguien que me espere. La realidad de que no es así. El celular mas callado que yo. Y mis ojos ya no ven por el cansansio. Bueno, ven la hora de irme. Cinco minutos para las seis. Mi mochila que trae una huella de cada colectivo. El encendedor calma. Un poco. Olvidarme el auricular es sinónimo de no saber en que desviar mis pensamientos. Igual, mi día sigue. Faltan cosas por hacer hasta cerrar de nuevo estos párpados de plomo. Sigue mi día, no terminó. Igual, hasta mañana.
By J.Beta-