Y es que existen fuegos que no logran extinguirse. O aquel, no pudo, al menos, y será que yo no quise. Me convierto en represor de mis impulsos, Se me distorsiona el pulso Y se hace ausente, por un rato, mi respiración. Son enfectos razonables por la falta De lo que mi alma se jacta: Ser la dueña para siempre de tu perfección |